He terminado de leerme la novela "Querido Miguel", de Natalia Ginzburg, y me ha encantado. Me siento feliz y afortunada de haber llegado hasta ella. Es un libro intimista, que al estar narrado de manera epistolar se convierte en más humano si cabe. Entrar en este libro es acariciar el alma de las personas que en él habitan. Es sumergirse en su mente, en su sentir. Es constatar en primera persona cómo respiran y cómo laten sus corazones. Me resulta increíble cómo la autora logra, de manera tan sublime, ahondar en el interior de los personajes y todo aquello que les rodea. La manera de mostrarnos ese mundo interior es tierna, amorosa, sincera, directa, sublime, transparente, clara, amable, atractiva, pero sobre todo muy cálida y hasta reconfortante. Existe una especie de catarsis en esta historia, donde las ausencias físicas se solapan a las emocionales, y donde hay cabida tanto para las letras infinitas como para los silencios más huecos. Me ha parecido una novela muy respet
De la misma manera que la luz y el color impresionan nuestra retina, la vida, en sus múltiples manifestaciones, impresionan nuestro alma en forma de emociones. Hay muchas cosas que, en su mera existencia, nos dejan una impresión especialmente grata. Decimos que son bellas... Y son fruto de nuestro propio hacer, entonces es la creación suprema del arte.
ResponderEliminarSomos intérpretes de nuesta propia existencia.
Muy sugerente tu cita.
Edgar Allan Poe, lo resumió perfectamente, pero tú lo has explicado mejor :-)
ResponderEliminarMuchas cosas son bellas para muchas personas. Ese hecho me llama especialmente la atención, porque fuera de gustos donde no hay nada escrito, las cosas que decimos que son bellas lo son para la gran mayoría también.
Si, algo hay en la fina tela con la que está hecha el alma, que nos hace ver el arte en muchas cosas, una proyección de nuestra existencia.
Gracias por enriquecer esta entrada también.
Besos.
Neli.