Cuando vio la luz el libro "El abuelo que saltó por la ventana y se largó" de Jonas Jonasson, no me llamó la atención como para comprarlo, como para querer leerlo. Digamos que ante mis ojos, pasó desapercibido. Cuando presentaron la película en la gran pantalla, me pasó lo mismo. Y fue anoche, cuando alguien que se había leído el libro, me propuso ver la película, que acepté. Reconozco que los primeros quince minutos estás un poco desubicada, no terminaba de engancharme, de captar toda mi atención. Pero al poco cambió. La trama salió rodada y fue un sin parar de emociones y sensaciones transmitidas hasta el final de la película. Los disparates se sucedían unos tras otros. Y con ellos partes del film que te llamaban la atención de forma especial. Me gustó la manera en que el autor mezcla con ironía las cosas más importantes y trascendentales de la vida, sin tan siquiera ser consciente el protagonista de que están sucediendo. Ni el qué, ni el cómo, ni el dónde. Y la manera en