Resuena en mi cabeza, como un eco, el estribillo de la canción del gran Pancho Céspedes "Qué hago contigo, amor, qué hago contigo....". Y entonces me descubro con el libro ya leído, terminado y disfrutado. Qué hago yo ahora, qué digo yo ahora contigo lectura especial que me has acariciado el alma. Y lo has hecho sin prisas, sin miedo, casi sin percibirlo, me llevaste hasta esta "vida en miniatura" para hacerla mía. Porque no hace falta tener similitudes con el personaje para sentarse uno frente al otro, en un tête à tête y escuchar, como yo he hecho con Dorothea, su protagonista. Un largo té de sobremesa, distendido, donde el libro me ha mirado a los ojos y yo le he mantenido la mirada, escuchando atentamente todo lo que en él acontecía. Aún con la taza humeante en la mano, te miro a los ojos y te sonrío ligeramente dejando el protagonismo a lo que mi mirada te dice, te expresa pero sobre todo te agradece. Me has gustado muchísimo. Qué hago contigo si no has de...
De la misma manera que la luz y el color impresionan nuestra retina, la vida, en sus múltiples manifestaciones, impresionan nuestro alma en forma de emociones. Hay muchas cosas que, en su mera existencia, nos dejan una impresión especialmente grata. Decimos que son bellas... Y son fruto de nuestro propio hacer, entonces es la creación suprema del arte.
ResponderEliminarSomos intérpretes de nuesta propia existencia.
Muy sugerente tu cita.
Edgar Allan Poe, lo resumió perfectamente, pero tú lo has explicado mejor :-)
ResponderEliminarMuchas cosas son bellas para muchas personas. Ese hecho me llama especialmente la atención, porque fuera de gustos donde no hay nada escrito, las cosas que decimos que son bellas lo son para la gran mayoría también.
Si, algo hay en la fina tela con la que está hecha el alma, que nos hace ver el arte en muchas cosas, una proyección de nuestra existencia.
Gracias por enriquecer esta entrada también.
Besos.
Neli.