Miedo.
Cuando eres testigo de algo que te deja sin aliento, cuando te sumerges en las aguas profundas y parece que no puedas salir a tomar esa necesaria bocanada de aire. Cuando en un segundo tu respiración se entrecorta, esperando a leer la siguiente página para descubrir qué va a suceder, y luego tienes que aguardar a la siguiente página y así avanzas -en ese estado de alerta y expectación- hasta la última línea. Cuando el silencio resuena en tu sien, con esos latidos cortos de temor e incertidumbre. Cuando la novela que lees te tiene el corazón en un puño, literalmente, y hace contigo lo que quiere. Cuando te llega con tanta intensidad el miedo que quiere transmitirte su autor a través de su protagonista. Tus sentidos se agudizan y sientes -como propia- su asfixia, el pavor, la desesperación, el temor, la angustia, el acto de contrición, la desazón, el desasosiego, la intranquilidad que modela nudos difíciles de desarmar. Todo eso he experimentado al leer la novela "Miedo", de S