El Violinista Con Botas.
Maravilloso Ara Malikian.
Sé que no me equivoco al asegurar que este hombre toca el violín en otra órbita, fuera de cualquier esfera terrenal.
Su relación con el violín es tan única como lo es él. Se palpa en cada nota.
Innovador, alegre, amante de la música, rompedor de reglas, capaz de extenuarte de emoción y de contagiarte la alegría que transmite.
Me convence, me conmueve, me emociona, me llena de sensaciones únicas.
Me eriza la piel desde el minuto cero hasta que la última nota arquea las cuerdas de su violín.
Todo él es puro espectáculo.
Ese aire indomable, la autenticidad que subyace tras esa forma de interpretar la música.
Apostó y ganó, rompiendo los cánones elitistas de la música clásica.
En sus conciertos no hay ni una sola nota fuera de lugar ni fuera de tiempo. Ejecuta a la perfección cada obra y respeta la esencia de la misma. Pero Ara Malikian va más allá, porque está enamorado de la música y eso se transmite sin trampa ni cartón.Con el violín en su barbilla, es capaz de tocar el cielo y llevarte a ti con él.
Se me antoja pensar que sólo quien ama la música a esos niveles y la ha vivido desde niño con esa intensidad, es capaz de entender en su absoluta magnitud el sentimiento de plenitud que abarca.
En su Beirut natal, se refugiaba de los bombardeos en un sótano junto a su familia y vecinos.
Allí abajo la vida continuaba; bailaban, cantaban, tocaban instrumentos.
Aquel jolgorio libanés suplió la formación académica de Ara, que aprendió a deslizar su arco sacando de oído las canciones tradicionales armenias.
Su padre, violinista profesional, le enseñó a tocar el violín desde niño. Era severo con él y le exigía practicar muchas horas al día, quería que su hijo llegase a donde a él le hubiera gustado llegar. Consiguió que Ara amara la música.
Estudiar música en Alemania fue el pretexto utilizado por la familia para alejarle de la guerra. Tenía quince años y consiguió una beca del Gobierno Alemán para formarse en el Conservatorio de Hannover. Su padre en aquel momento le despidió diciéndole: "Ahora estás solo, en un país donde no conoces a nadie. Tienes que trabajar diez veces más y mejor que los alemanes para ser un gran músico".
Allí recibió una educación musical reglada. El se esforzaba por ajustarse a las medidas de la música estándar pero la ortodoxia no le iba. Durante años trató de ser un músico clásico al uso pero no encajaba con el protocolo y la rigidez que acompaña al género. A pesar de que ensayaba doce horas al día, si fallaba una nota en el escenario no dormía. Quería hacer las cosas bien, pero no le salía como le pedían. Hasta que un día se dio cuenta de que no estaba cómodo en ese mundo y se liberó. Volvió a apostar y ganó.
De Alemania saltó a Inglaterra, luego vivió en Francia y en Italia, hasta que llegó a España donde ganó el concurso Pablo Sarasate de Pamplona y tiempo después se convirtió -durante siete años- en concertino de la Orquesta Sinfónica de Madrid.
Desde entonces ha grabado sesenta discos con música que va de Vivaldi a Schumann, pero asegura que su héroe es Bach. Ha tocado en cientos de escenarios de todo el mundo.
También dice que Paganini le inspira porque fue virtuoso con el instrumento y un revolucionario de su época. De Schubert dice que es otro de sus predilectos y considera su música de cámara inigualable. Aunque si hablamos de música para orquesta, afirma que se queda con Stravinsky.
"Salto y hago piruetas en el escenario para romper la seriedad de la clásica. Lo que importa es la emoción, la expresividad, no dar la nota perfecta".
"Si no aprendes a amar la música acabas aburriéndote y no trasmites nada".
Estudiar música en Alemania fue el pretexto utilizado por la familia para alejarle de la guerra. Tenía quince años y consiguió una beca del Gobierno Alemán para formarse en el Conservatorio de Hannover. Su padre en aquel momento le despidió diciéndole: "Ahora estás solo, en un país donde no conoces a nadie. Tienes que trabajar diez veces más y mejor que los alemanes para ser un gran músico".
Allí recibió una educación musical reglada. El se esforzaba por ajustarse a las medidas de la música estándar pero la ortodoxia no le iba. Durante años trató de ser un músico clásico al uso pero no encajaba con el protocolo y la rigidez que acompaña al género. A pesar de que ensayaba doce horas al día, si fallaba una nota en el escenario no dormía. Quería hacer las cosas bien, pero no le salía como le pedían. Hasta que un día se dio cuenta de que no estaba cómodo en ese mundo y se liberó. Volvió a apostar y ganó.
De Alemania saltó a Inglaterra, luego vivió en Francia y en Italia, hasta que llegó a España donde ganó el concurso Pablo Sarasate de Pamplona y tiempo después se convirtió -durante siete años- en concertino de la Orquesta Sinfónica de Madrid.
Desde entonces ha grabado sesenta discos con música que va de Vivaldi a Schumann, pero asegura que su héroe es Bach. Ha tocado en cientos de escenarios de todo el mundo.
También dice que Paganini le inspira porque fue virtuoso con el instrumento y un revolucionario de su época. De Schubert dice que es otro de sus predilectos y considera su música de cámara inigualable. Aunque si hablamos de música para orquesta, afirma que se queda con Stravinsky.
"Salto y hago piruetas en el escenario para romper la seriedad de la clásica. Lo que importa es la emoción, la expresividad, no dar la nota perfecta".
"Si no aprendes a amar la música acabas aburriéndote y no trasmites nada".
(Yo no puedo estar más de acuerdo con sus declaraciones y entender e identificar en primera persona ese amor por la música y su magia. Solo con escucharlo y verlo actuar, me contagia y me llena de energía).
Maravilloso. Sin más palabras, porque tú ya las has dicho a todas en tu lúcido y bello comentario. ¡Felicitaciones!
ResponderEliminarHola Roberto.
EliminarTú siempre tan amable y generoso con mi manera de escribir y expresar las cosas.
Cuando algo me emociona y remueve mi interior, es difícil que no se me note. De ahí a que lo sepan ustedes en la distancia, solo está el paso de decidirme a escribirlo (ese negro sobre blanco).
Gracias por tu comentario.
Un beso.
Me encanta ver el entusiasmo que pones al presentarnos a A.M. La verdad es que oírlo, mejor verlo, es sentir el violín de otra forma. Me encanta ver a los rompedores del clasicismo, respetándolo, claro.
Éstas que te regalo también rompen... pero son otra cosa. Valga como divertimento:
https://www.youtube.com/watch?v=BKezUd_xw20
un beso
· LMA · & · CR ·
Hola Ñoco.
EliminarGracias por el regalo, me encantó este duelo de mujeres donde gana la música!! jeje. Sí es divertido, y parecen hasta malabaristas en algunos momentos.
Gracias por pasar por esta entrada y contagiarte de mi entusiasmo. Ara Malikian me gusta mucho, yo estudié desde niña en el Conservatorio (elegí el piano como instrumento) y amo la música clásica pero me encanta cuando consiguen romper su elitismo respetando su esencia. Eso se agradece y mucho. ¡¡Como para no emocionarme!!
Noto mucho cuando alguien toca por placer y frescura a cuando lo hace por obligación o rutina.
Gracias de nuevo.
Un beso.