La Pianista
Un hermoso y armonioso sonido arranca el acomodamiento del silencio para ocupar su espacio.
Vibra, flota en el aire y en los poros de tu piel.
Una agradable sensación que te llena de bienestar y placer.
Las notas están vivas, saltan, juegan, se esconden, van rápido y en ocasiones aminoran el ritmo.
Se hablan entre ellas, te hablan a ti.
Acordes. Ligaduras. Staccatos. Tresillos. Fusas. Corcheas. Semifusas. Clave de Sol, Fa y Do.
La tónica. Negra. Redonda. Semicorchea.
Pentagrama.
Piano. Forte. Bemol. Sostenido. Una octava. Calderón. Puntillo. Legato. Compás. Acordes. Mezzopiano. Crescendo. Decrescendo.
Un intenso juego de emociones.
Respiración. Latido. Vida.
El cuerpo se balancea, el pie acciona rítmicamente el pedal, las manos se arquean. El alma sale en cada uno de esos movimientos y en el roce de tus dedos sobre el teclado.
Gráciles movimientos. Certeros.
Interpretar una obra no es leer una partitura plana en línea recta. Es entrar dentro de ella, entenderla, respetarla, estudiarla con detalle, amarla y acompañarla en sus serpenteantes caminos de montañas y valles. Eres el medio, a través de tu instrumento, por donde la música renace y conquista el sentimiento que la vio nacer.
Un canal que transporta emociones, lo etéreo, lo intangible. Y a ti.
Un suspiro, un lamento, un quejido, un gemido, un trozo de vida y gloria.
Piel erizada.
El sentimiento se enreda en perfecta armonía y te dejas llevar por la hermosa melodía que sale desde lo más profundo de ti. Un sonido que vuela alto pero regresa, que se esconde pero se deja ver.
Incluso cuando termina la obra, sigue ahí, no se va.
Está en tu cabeza, en tu corazón, en los dedos que instintivamente se mueven siguiendo la partitura aún sin tener el piano delante.
Te reconoces en esos movimientos espontáneos y entiendes que la música, con tanta intensidad, ya forma parte de ti. Tal vez la más maravillosa de las partes.
Este texto es tan sublime como la música de la que habla, y tiene su misma armonía: con las palabras, evidentemente, se puede hacer lo mismo que con las notas musicales.Gracias por revelarlo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Anónimo.
EliminarLas palabras tienen mucha magia, sí.
Y la música mucho duende.
Una combinación perfecta, así se me antoja siempre.
Dos de mis mayores pasiones, y como todas las que se precie, no dejo de practicar :-)
Un beso.
La mejor lectura posible la haces tú. Leer una partitura, al igual que cualquier gran obra literaria, es entrar en el alma del compositor, el escritor. Solo de esa manera se evitará obtener un resultado 'plano'.
Describes muy bien.
Un abrazo
· LMA · & · CR ·
Hola ñoco.
EliminarSin duda hay que entrar en la obra, hacerla tuya respetando su esencia, para que no sea plana sino de que transite por esos caminos serpenteantes.
Son caminos de emociones, de sensaciones, de sutilezas,de vibraciones, de detalles y sobre todo de mucho sentimiento.
Muchas gracias por lo que dices, seguiré practicando :-) Describir algo que has sentido, y sientes, resulta siempre auténtico. Otra cosa es encontrar las palabras exactas para que la descripción sea tal cual está en tu mente y corazón. Pero se puede conseguir y sólo entonces te sentirás satisfecha con el resultado.
Un beso.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarDespués de asistir a un concierto de Jamie Cullum en Lucerna (espectacular) y de descubrir a Michel Camilo hace poco he pasado de la sobriedad de Diane Krall a dos monstruos de este instrumento que tanto me gusta. Que salten las notas.
ResponderEliminarQue salten siempre, con la misma intensidad.
EliminarY que lleguen tan lejos como cada uno le permita.
Es un instrumento precioso, con muchas posibilidades.
Cuando llevas una vida entera aprendiendo y enseñando con él, ya forma parte de ti, como una extensión más de tu propio cuerpo.
Gracias por venir.
Besos.