Titilar

Esos veranos de días tan largos le permitía comenzar a preparar la cena cuando aún los rayos de sol calentaban la estancia.
El bullicio se colaba por las persianas, en el constante ir y venir de los turistas.
Las temperaturas habían sido clementes esa semana, no superando nunca los veinticuatro grados de pico.
Lucy fue al mercado que estaba justo debajo de su casa. Compró cebollas, champiñones, vino blanco, pimienta molida, un diente de ajo, queso parmesano y un poco de arroz.
Siempre acudía al mismo puesto, los productos eran de primera calidad y el dueño amigo de toda la vida.
Apenas había cortado la primera cebolla por la mitad, cuando tocaron a la puerta. No tardó en reconocer a Thomas, el hijo del panadero, aunque la última vez que lo vio la misma mesa donde ahora preparaba la cena le llegaba a la altura de la nariz.
Ambos se sorprendieron por igual y después de las habituales preguntas de rutina y cortesía, ella le invitó a cenar.
El aceptó.
Lucy se había mudado recientemente a casa de su abuela y él había regresado al negocio familiar después de que su empresa cerrase hacía ya cinco años. Desde entonces, lejos de sentirse fracasado por aquello, tuvo la oportunidad de descubrir que su verdadera vocación estaba entre los hornos artesanales que habían pasado en su familia de generación a generación.
La velada transcurrió agradable y distendida. La abuela de Lucy también les acompañó.
Algo les distrajo de su conversación, el repentino sonido de un violín. Tocaban en la calle no muy lejos de allí, y los jóvenes decidieron salir a dar un paseo. Cruzaron el puente en dirección a la Galería.
Allí descubrieron a un violinista bien vestido, moviendo con delicadeza y armonía el arco. Delante suya, el estuche del violín, invitando a dejar alguna moneda por caridad.
Se quedaron un rato absortos, escuchando aquellas notas y observando la destreza con que tocaba el violinista.
En medio de aquel dulce sonido, un grupo de jóvenes habían abierto sus caballetes y dejado volar su imaginación. Trazos de azul cielo, mezclados con el amarillo intenso, como los campos de girasoles que alcanzaban allí su máximo esplendor en verano.
Otros optaban por abrir la paleta de colores en el verde ciprés, coloreados junto a unos viñedos.
Hubo uno que se atrevió con la mayor cúpula de mampostería del mundo.
A Lucy le hizo gracia este chico, por una parte porque a pesar de copiarse de un libro, el joven no paraba de alzar la mirada, como si desde allí abajo creyera descubrir algún detalle que la foto del libro hubiese pasado por alto. Y por otra parte, le dibujó una sonrisa en la cara pensar que ni el mismísimo Filippo Brunelleschi, podría ponerles una pega.
Avanzaron por la Galería, estaba muy iluminada, como de costumbre.
Y al rato decidieron coger un taxi para tomar una copa en el Piazzale Michelangelo.
Conversaciones, miradas, hablar, escuchar, sonrisas..... y un suave titilar como el de las luces del puente, a lo lejos.
Lo de ellos había sido un reencuentro fortuito.
Lo de la ciudad una grata compañía y un mismo telón de fondo, que una vez separó lo que ahora volvía a unir.
Aún siendo ambos conscientes de que habían transcurrido varias horas, apenas tuvieron noción de ello. Pero el reloj avanzaba y decidieron regresar a pie, total era cuesta abajo y la noche estaba fresca y agradable.
A diferencia de antes, cerca del puente ya no se escuchaban turistas, ni violinistas, ni pintores, artistas y vendedores ambulantes.  Sólo el claqueteo de los pasos de Lucy y Thomas, sobre los adoquines.
Y el eco de unas risas alegres y cómplices.

Comentarios

  1. Aunque aterricé en Milán, Florencia fu la primera ciudad que vi de Italia, y guardo muy buen recuerdo de ella, hasta el punto de que me estoy planteando volver pronto. Claro que mi historia estuvo lejos de ser romántica; la visité con un amigo.

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    1. Hola Tawaki.
      Yo también guardo un recuerdo maravilloso de Florencia, aunque mi vista tampoco fue como la de la protagonista de este relato. :-)
      Sí que estuve en el puente, en el mercado, sí que me acerqué a la Galería Uffizi atraía por las notas de un violín, sí que estaban los artistas pintando allí cerca, etc....Sí que fui al mirador, pero no de noche ni a tomar copas.
      En fin.....que de la experiencia de visitar una ciudad tan maravillosa como Florecia, mira las cosas que salen con solo echar una mirada atrás!!!! :-)
      Un beso grande.

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  2. Me ha gustado mucho el relato, pronto te veo autora de un Best Seller que algún gran director lo llevará a la pantalla.
    Saludos

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    1. Si, si, algún gran director que lo proyecte en la pantalla de Antena 3 de los Sábados al mediodía, verdad? jajaja.
      Es que todos se ríen de esas películas, pero oye, alguna hay que sirve (sobre todo me gustan porque la mayoría no sé por qué transcurren en Irlanda y yo adoro ese país. O en Escocia también, o Inglaterra. Bueno y porque son románticas....).

      En fin, muy simpático tu comentario, Emilio.
      Gracias!!!!!
      A mi me gusta escribir, y con eso me quedo. De vez en cuando salen estas cosas y si ya alguien las lee pues es lo mejor, si además opinan es un gran detalle y si encima les gusta es un regalo para mi.

      Besosss.

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