A diario.
Lo veo amanecer. En silencio, se despereza sin prisas, a sorbitos no vaya a molestar.
El mismo azul intenso de siempre, está pletórico de paz y tranquilidad.
Lo observo y cierto es que no me canso de hacerlo. Comparto esos instantes de calma. Hay nuevos propósitos. Hoy va a ser el día.
Ahora me ha visto, me saluda con suaves susurros y me invita a quedarme con él. Los minutos pasan pero no existe la percepción del tiempo.
Me dedica su particular baile de ir y venir que tanto me relaja. Ese nacer y morir para volver a nacer. Se crece, se luce, se eleva en infinidad de gotas y termina su danza con una lluvia de espumas.
Me dice una y otra vez “. Aquí estoy, así soy, parece que me he ido pero no es cierto, vuelvo a estar aquí.” Y así una y otra vez.
El mar......
A diario me llena, me vacía, me lleva, me trae, me cuenta, me escucha, me guiña un ojo y me da su energía. Por eso cuando paso tiempo alejada de él siento que me reclama y es cuando más que nunca lo necesito. Necesito verlo, olerlo, escucharlo, sentirlo, que me vea y dejarme llevar….
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Precioso relato: íntimo sentir de algo importante para tí. ¡Que maravilla! En lugares como este es donde nos encontramos las personas: desnudas de artificios y apariencias, en el sentir sincero y expontáneo.
ResponderEliminar¡Bien! ¡Bien! ¡Bien! Me gustó...
Un gran abrazo.
Gracias Emilio.
ResponderEliminarMe alegra que hayas podido sentir lo mismo que yo porque eso significa que logré transmitir un sentimiento o sensación muy particular e íntima.
Es cierto que la relación de un isleño con el mar es muy importante.
Un abrazo grande.