Aquel sonido era poco conocido para ella. Pero no dejaba de ser familiar. Su propia risa, a esos niveles, la sorprendieron. Notó que siempre habían estado ahí, solo que se escondían. Y una vez comenzó a reír ya no pudo parar. Y duró medio minuto, tomaba aire y ahí estaba de nuevo la risa. Seguía una y otra vez. Minutos cortos, minutos largos, minutos tras minutos. Era una risa auténtica, natural, espontánea, nacida muy adentro. Hasta aquel turista, que por casualidad miraba la escena desde el borde de la piscina, no pude evitar reírse también en esta ocasión contagiado por la risa de ella. Le gustó reencontrarse con aquel sonido, le gustó la alegría que había en su propia risa. Pero sobre todo le gustó lo bien que se sentía mientras sucedía y ahora que ha pasado, mientras lo recuerda de manera tan vívida.