Un rayo de sol, un rayo de luz, una bocanada de aire, un respiro, un parar de todo. Pero una parada con retorno. Un mirar hacia tu interior. Sacar fuerzas de donde parece no haberlas. La vida sigue, la vida continúa aún cuando tú no estés en ella. La emoción de un momento. La retina que todo quiere grabar. Un regalo inesperado, y ahí estaba el atardecer justo en el momento en que yo llegué. Y me regaló su ocaso. Su sonrisa, su fuerza, su magia. Me regaló momentos especialmente tranquilos. ¡¡Cómo me gusta ese cielo que parece poder tocarse con sólo extender la mano.!! Y también ese reno mirando al frente, en dirección al sol, aprovechando la ocasión, la oportunidad, el momento. Un paseo apetecible, al atardecer de la fresca Escocia. Y es que donde menos lo piensas hay un reino escondido que te seduce. ¿Quién me iba a decir aquella tarde que terminaría en un hotel tal pintoresco? ¿Y que las vistas serían tan maravillosas? Y que nada más dejar la maleta en la habitación bajaría a empaparm