Por dentro.

Parecía la casita de Hansel y Gretel.
Una puerta principal de color oscura, una fachada de piedra rojiza y marrón, junto a unos grandes ventanales, cuatro, de color chocolate blanco ¡Qué diga, blanco! (a secas).
Y una enorme chimenea en el centro. Estaba muy bien elaborada, se notaba el esmero que habían puesto, pues no era una chimenea al uso de forma rectangular o cuadrada sino que tenía adornos de forja en la parte superior y unas llamativas gárgolas a ambos lados, en la parte más alta,  que miraban en dirección al cielo.
Un cielo blanco el de aquella tarde, que no amenazaba lluvia sino que invitaba a quedarse.
Me senté en un banco que estaba justo enfrente de la casa, había mucha tranquilidad en el lugar.
Entonces fue cuando lo escuché,  el sonido provenía del jardín de la casa:
-"tsuuu, tsuuuu tsuuuuu".
Fueron tres llamadas, como pequeños silbidos.
Giré la cabeza pero no vi nada ni a nadie. La casa estaba bien cuidada así que deduje que alguien la habitaría, pero estaba segura de que no en esos momentos. La imagen que tenía delante de mi, era hermética, dormitaba la estancia, todo estaba cerrado y al mismo tiempo como si esperase la llegada de su dueño.
No sé si aquello agudizó mis sentidos, pero fui testigo de algo extraño; algunos ladrillos de la fachada se movieron, salían hacia delante y volvían a esconderse. Incluso cambiaban de color, pero siempre en las mismas tonalidades. Tuve la sensación de que la puerta se abrió pero era tan sutil el movimiento que me costó percibirlo.
Y las ventanas que no tenían persianas antes, ahora desde dentro alguien las había echado. No en todas, sólo en la planta alta. De eso si estaba segura, pero ya no era tan sutil ese movimiento.
Sentí la necesidad de acercarme, y rechazando mi hasta ahora férreo sentido de la prudencia y sensatez, avancé mis pasos hacia la casa.
Llamé en voz alta, pero nadie respondió. Al golpear la puerta con los nudillos, ésta cedió.
El interior estaba oscuro, y eso me extrañó porque debería entrar bastante luz por aquellas grandes ventanas.
Oscuridad total, no veía absolutamente nada, y en vez de irme de allí, di dos pasos hacia el interior y cerré la puerta.
Me resultó familiar ese gesto. Como si fuera un déjà vu.
Lo siguiente no lo recuerdo por más que me esfuerzo. Como si se hubiera producido un salto en el tiempo y espacio, me vi de inmediato en el salón de mi casa leyendo un libro que había comprado la semana pasada. Lo encontré en un mercadillo de antigüedades y tras ojear varios, me decanté por este. Aún conservaba la desgastada solapa original y al pasar la yema de mis dedos por su portada el relieve de las letras era suave.
Los días siguientes me martilleaba el recuerdo de aquella casa, tanto como la sensación de que había sido real y no un sueño. Y me agobiaba la laguna mental que impedía obtener una explicación convincente.
El agobio dio paso a la preocupación.
Pero el tiempo me hizo entender que no era sano para mi volver una y otra vez sobre lo mismo, dando vueltas en círculo, sin avanzar. Me frustraba y me angustiaba.
Así que decidí pasar página e iniciar aquellas vacaciones que tenía pendientes y realizar el viaje programado meses atrás y nunca llevé a cabo.
Fue así, avanzando páginas en la lectura de este nuevo libro, cuando me detuve en una, la 154.
Me quedé de piedra al descubrir a través de su lectura, un nuevo pero conocido escenario, ya familiar de tanto pensarlo.
Sorprendida del relato del autor, comprobé que describía una casa con total precisión, cada ladrillo de su fachada, cada ventana, hasta llegar a las gárgolas de su chimenea.
Pero el escritor no se detuvo en ella, aún no sé si para restarle importancia, o sumarle misterio.
Apuré la lectura del libro durante el trayecto en avión. Al acabarlo, el único sabor agridulce que me dejaba era el recuerdo de aquella casa que tanto tiempo me obsesionó y las probabilidades de que fuera la misma.
Llegué al hotel cansada, el vuelo se había retrasado más de lo previsto. Era un lugar precioso, estaba a las afueras de la ciudad, parecía un hotel tranquilo y rodeado de una inmensa alfombra de césped, con ese verde tan hipnotizador. En medio, un banco de madera, solitario y tranquilo, invitaba a sentarse. Le eché el ojo como posible lugar de lectura y descanso para esos momentos entre visita y visita turística a la ciudad.
Una vez dentro, subo el ascensor hasta la primera planta y me dirijo a mi habitación, la número 54.
No funcionaba la luz, pero antes de llamar a recepción para comunicarlo, consigo correr las cortinas por donde entraba algo de luz. No vi ningún teléfono en la mesilla de noche y cuando aparto la vista de la misma,  en busca de otro lugar donde poder encontrarlo, se me paraliza el cuerpo entero, mis pies se anclan al suelo y me cuesta respirar de puro nerviosismo.
El interior de la habitación es una réplica de la fachada de aquella casa, los ladrillos, el color de los mismos, las ventanas.......todo.
Confusa, saco el móvil de mi bolso, no tengo cobertura. Consigo por fin mover mis estáticos pies, aunque con más lentitud de la que mi cerebro ordenaba. Entonces abro la puerta de la habitación.....pero fuera no veo nada, solo oscuridad, todo está negro e impera un silencio aterrador. Nadie responde a mis llamadas de atención.
Y vuelvo a hacer justo lo que en aquella ocasión, avanzo dos pasos hacia dentro y cierro la puerta tras de mi. Sigo observando, analizando, estoy incomunicada pero ya eso ni me inquieta.
La puerta ya no tiene pomo y desde el otro lado de la ventana ahora sólo veo negrura.
Creo que crece en mi la esperanza de que desde fuera alguien toque y abra la puerta. Incluso barajo la posibilidad de que me diga que todo es una broma y juro que ni me enfadaré.
Sigo esperando.....
Yo solo quiero que esto termine, pero que termine ya.

Comentarios

  1. No te preocupes, si no has colgado el no molesten, las limpiadoras entrarán mañana.
    Si es que la protagonista es muy valiente, si se me abre la puerta al llamar, salgo corriendo.

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    1. Hola Marcos. Muchas gracias por leerme!!!
      Esa es mi esperanza, que como no tuve tiempo de colgar el cartel, alguien entre :-)
      ¿Quién dijo miedo? El mundo se hizo para los valientes. Al menos el mundo de los cuentos parece que sí :-)

      Un beso.

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  2. El viaje en avión te ha resultado excesivamente largo y el libro demasiado soporífero como para seguir leyendo, así que sin darte cuenta sigues dormida, cuando una de las azafatas, con delicadeza te advierta que todos los pasajeros han bajado y tienen que hacer un nuevo vuelo, despertarás de este inesperado y escalofriante sueño.
    ¡Ánimo, que acabas de empezar las vacaciones"
    Un beso

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    1. jaja. Podría ser una interpretación del cuento, una explicación. Aunque no la que yo quise transmitir, ahí radica uno de los encantos de escribir que cuando el lector le da su propia interpretación, enriquece el texto.

      Gracias por leerme y comentarlo.
      Un besazo, Jubi.
      Y feliz finde.

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  3. Me recuerda al pozo del juego de la oca, donde si uno cae, ha de esperar a que pase alguien y le saque. Es cuestión de tiempo, pero no estamos acostumbrados a esperar sin saber cuánto tiempo nos queda.

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    1. Muy curioso, Tawaki.
      No lo había pensando, pero me gusta.
      Como le decía a Jubi, las interpretaciones que hacen ustedes, como lectores, no tiene precio. Enriquecen el texto siempre!!!

      Muchas gracias por leerme y dejar tu comentario.
      Un beso.

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