A veces sí, a veces no.

Aquella tarde, Matías recordó de forma especial el olor a menta de su padre cuando le relataba aquel cuento. A petición del pequeño, le contaba una y otra vez la misma historia, pero siempre aportaba  algún dato nuevo.  
Años más tarde, a Matías le seguía gustando sentarse frente al mar e imaginar todo lo que sus oídos escucharon y almacenaron entonces. Esperaba una señal.

-Todos soñamos con el paraíso, Matías- le decía su padre- pero muy pocos lo han visto.
-¿Y tú, papá? ¿Por qué sabes que existe?
-Porque lo he visto, pequeño. Con estos mismos ojos que ahora te miran.
Y entonces su mirada irradiaba tanta luz como dos piedras preciosas y era tan clara como el agua de aquel mar que les rodeaba.
-¿Y por qué lo llamas paraíso, papá?
-Es difícil de resumir- le respondió- pero ten en cuenta que se trata de un territorio intacto y libre de dolor, de enfermedades.  Un lugar donde la pobreza, la fatiga o la vejez sólo son un rumor desconocido.

Atrás quedaban los días en que mientras el resto de sus compañeros del colegio jugaban a “la pela”, “al burro” y al “un dos tres caravana é”, Matías avivaba su imaginación dibujando mapas secretos de la isla misteriosa.  Incluso ubicó el lugar y señaló en el mismo trozo de cartón que la isla mediría ochenta y siete leguas de largo y veintiocho leguas de ancho y que estaría justo a cien leguas de El Hierro en dirección Noroeste y a cuarenta leguas de La Palma en dirección Suroeste.
Al irse a dormir cada noche, soñaba con descubrirla no sin antes sondear mundos de sombras y abismos serpenteantes.

Muchas tardes tan soleadas como la de hoy, y con ese olor mentolado del recuerdo, suelta las amarras de su pequeña embarcación, llevando consigo los mapas y una pequeña cámara de fotos. 
Su empeño, tan antiguo como su memoria, le deja recordar y sus recuerdos fecundan a diario mitos y leyendas.

Pero ya es hora de regresar y tampoco la ha divisado hoy. 
Ya en casa prepara la cena, aún no se ha dado cuenta de que la isla no se encuentra cuando se la busca, sino de casualidad y con suerte. No lo sabe aún pero más pronto que tarde, y de esa manera inesperada, va a verla. Y será de manera nítida, clara, que no permita tener dudas de que no lo soñó.

El caldo comienza a hervir y Matías lo remueve a fuego lento. A su espalda, en medio el Atlántico un prominente trozo de tierra se alza, pareciera mirar hacia él y buscarle como un amigo busca la mirada de su compañero fiel. Como si leyera sus sueños y le retara a seguir alimentándolos. 
Y al poco desaparece en una especie de bruma marina. A veces sí, a veces no, así es San Borondón.
 
(Esta última foto es mía, tomada en la isla de La Palma, en un municipio que me gusta mucho llamado Villa de Mazo. Tras esta pequeña iglesia, hay un muro a modo de mirador con unas vistas increíbles al Atlántico. Un lugar muy especial donde sentarse a observar el horizonte....y dejarse sorprender..... porque a veces.......... sí). 

Comentarios

  1. La iglesia de San Blas la he "visto", se que reabre sus puertas tras dos años de obras. Los trabajos, en los que se han invertido 780.000 euros financiados por el Cabildo y el Obispado, contando con la colaboración del Ayuntamiento de Villa de Mazo y de la aportación de los feligreses, han consistido en la restauración de las cubiertas y la torre de la iglesia.
    Una pequeña ermita erigida en 1512 fue su origen, a la que se le añade, siglos más tarde, dos naves más, dándole forma a su actual planta basilical.
    Pero por más que he mirado no he llegado a ver la isla de San Borondón.
    Quizá tenga que ir con más tiempo y con ojos de niño.
    De momento estoy al 50% "a veces no", solamente me falta el otro 50.
    Un beso

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    1. Has "visto" la iglesia porque la has mirado (qué bien te documentas, Emilio, así da gusto!!!!!!).
      Ahora intenta mirar más allá de lo evidente......, igual ese 50% que se te resiste deje de hacerlo :-)
      Un beso y gracias por venir.

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  2. ¡ Qué bonito...,por dios!!

    La isla de San Borondón que, estoy segura, aparecerá ante tus ojos y los ojos de tantos que lleven en la mirada la mágia de la niñez y las islas...:)

    Mil besos de espuma y sal!!

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    1. Bonita tú, Lucía. Y la manera en que miras las cosas.
      La magia depende en parte de cada uno de nosotros, algunos la tienen de manera innata, otros deben crearla o inventarla. Pero nunca deberíamos dejar de mirar con los ojos de niño, tienes razón.
      Gracias por mirar hacia este rinconcito del Atlántico con tanto cariño.

      Besos enormes para tiiiii.
      (de espuma, sal y de la tierra prometida......porque yo la vi :-))

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  3. Una isla inteligente más que caprichosa que elige a quién dejarse ver. No hace falta con desearlo, es necesario saber esperar.

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    1. Inteligente y muy especial....
      Ya sabemos que el saber esperar, tiene su recompensa.
      Y no siempre el camino más fácil es el mejor. Lo que vale, cuesta.

      Un beso, amigo.

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